Bienvenidos a esta Introducción al Camino Gnóstico de la Rosacruz Áurea

Todo ser humano se esfuerza por conseguir algo. Siempre hay algo que una persona intenta conseguir de una forma u otra. Por eso, todos los seres humanos tenemos algo en común: el deseo. Pero el deseo y su satisfacción son dos cosas diferentes, y con qué frecuencia sucede que, incluso cuando logramos lo que creemos desear, la satisfacción duradera se nos escapa.

¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me sucederá después de morir? Como buscadores, estamos seguros de que debe existir una respuesta objetiva a estas preguntas. Pero esas respuestas sólo están disponibles para aquellos que se abren a la Verdad viviente y transformadora. Pero esta Verdad viviente no es algo que alguna vez dijo un filósofo o un teólogo, ni algo que se encontró escondido en algún manuscrito antiguo. Tampoco es necesario que la busques lejos de casa, pues se encuentra dentro de ti, de ti mismo, y sólo tienes que despertarla y permitirle florecer.

Al final, nuestro anhelo de liberación nos lleva a los límites de lo posible en la naturaleza terrenal y nos encontramos ante una realidad ineludible. Tenemos que aceptar el hecho de que nuestro deseo de alcanzar el verdadero estado humano no puede satisfacerse en ningún lugar del mundo material tal como lo percibimos. Pero, al mismo tiempo, estamos tan seguros de que existe una perfección última. Estamos tan seguros de que se puede alcanzar lo eterno. Pero ¿qué nos hace estar tan seguros de eso? ¿Qué nos impulsa a seguir intentándolo, pase lo que pase?

Cuando la gente utiliza la palabra “ser humano”, a menudo se refiere únicamente a su yo egocéntrico, a la personalidad con su cuerpo y sus capas energéticas y a la mente con sus pensamientos. Pero en realidad el sistema humano es mucho más que eso. De hecho, el ser humano es un microcosmos, una miniatura del universo entero.

En el microcosmos actúan diversas fuerzas que forman un campo de manifestación con muchos aspectos, siendo el más conocido la criatura normalmente llamada “ser humano”. Este sistema humano está guiado por una conciencia egocéntrica atada por el velo del tiempo y el espacio y sus cuatro cuerpos están construidos a partir de las sustancias de esta naturaleza tridimensional. Después de un período de tiempo muere, y el microcosmos tiene que adoptar un nuevo vehículo, una nueva personalidad. Esta también muere después de un tiempo, porque todo en esta naturaleza tridimensional está sujeto a la ley de surgir, brillar y desvanecerse.

Por lo tanto, no se puede decir realmente que la personalidad se reencarna. Es más cierto decir que el microcosmos, que no se disuelve después de la muerte, atrae un nuevo vehículo en el que puede expresar su vida.

La “transmutación diaria” es el proceso mediante el cual se superan nuestros impulsos egocéntricos terrenales. Esto no se puede hacer de manera experimental. La superación de la conciencia egocéntrica solo es posible si se experimenta la necesidad desde dentro.

En este proceso, la personalidad es indispensable y el cuerpo tiene un papel importante que desempeñar. Esto no significa que el cuerpo físico en sí mismo se espiritualice o resucite en un campo de vida divino, sino que sus órganos tienen una tarea que realizar en un sentido espiritual.

Todos los órganos del cuerpo, especialmente la sangre, tienen otras funciones además de las biológicas. Cuando nosotros, como personalidades, reconocemos y aceptamos nuestra tarea, estas funciones adicionales de nuestros vehículos corporales nos ayudan a cooperar conscientemente en el proceso de restauración del verdadero Ser Humano.

Cada introspección, cada paso adelante, significa un cambio en la forma profunda en que funciona nuestra conciencia y, como tal, influye en las características de ciertos órganos de nuestra personalidad. Es tarea de la conciencia cooperar activamente en este proceso fundamental de inversión, permitiéndole comenzar y despejando el camino para la renovación del microcosmos.

Si, debido a todas las experiencias que ha acumulado en su microcosmos, ha llegado al límite de lo alcanzable en este campo de la vida y comienza a experimentarlo como un desierto, podrá percibir cada vez con mayor claridad el llamado de la Chispa del Espíritu en lo más profundo de su ser. Basándonos en esta nueva realidad magnética que se manifiesta en su interior, nos gustaría hablar con usted sobre el verdadero significado de algo tan a menudo mal entendido, que es lo que llamamos "oración".

¿Qué significa realmente la palabra “inmortalidad”? En esta exploración intentaremos investigarlo considerando las diversas leyes cósmicas que conciernen al microcosmos y al proceso de renovación.

En la base de nuestro maravilloso planeta –del que sólo conocemos una parte muy pequeña, que ha sido severamente impactada por nuestro estilo de vida egocéntrico– se encuentra una fórmula alquímica universal. Esta fórmula fue y es expresada por el Pensamiento Universal en el océano de la sustancia primordial. De esta manera, a través de un proceso insondablemente largo, la idea universal se realiza y la conciencia original se forma en la sustancia primordial. Esta conciencia original es la figura en la que se expresa el Espíritu universal. El espíritu es el portador de la luz.

“Ningún hombre es una isla”. Nos guste o no, todos estamos conectados por la red de la vida. Aunque a menudo nos imaginamos separados e independientes unos de otros, nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras actitudes y emociones afectan a nuestros semejantes de maneras sutiles, aunque no seamos conscientes de ello.

Todo grupo de personas centrado en un ideal particular, no importa cuál sea –ya sea espiritual, político o humanístico, artístico, científico o de otro tipo– atrae energías etéreas. La calidad de estas energías estará determinada por el estado vibratorio del grupo. Todo el sistema de la personalidad con todos sus órganos puede verse como un aparato para absorber éteres planetarios y cósmicos y adaptarlos de tal manera que puedan usarse para mantener el estado físico, mental y emocional del ser individual.

Para explicar a los demás o a nosotros mismos aspectos de las Enseñanzas Universales, a menudo nos embarcamos en profundas consideraciones filosóficas, históricas o intelectuales. Sin embargo, aunque a veces éstas pueden ser sumamente interesantes y llevarnos a una comprensión más profunda de cómo todo encaja, este tipo de estudio por sí solo no puede dar acceso a la esencia espiritual de las Enseñanzas Universales. Porque su esencia espiritual es Luz, radiación. Es por eso que la percepción directa de las Enseñanzas Universales es posible solo por el propio estado interior, y no, en primer lugar, por la lectura o el estudio.
Sin embargo, las palabras y los símbolos no son el poder liberador de la Verdad Universal en sí.

El camino que presenta la Escuela Espiritual no es para personas perfectas, para seres sobrehumanos que se elevan muy por encima del nivel ordinario y cotidiano. Tampoco importa si uno ha tenido o no una buena educación sobre las innumerables fuentes de las Enseñanzas Universales.
Todo aquel que recorra el camino un día tendrá que darse cuenta de que la suma de todo conocimiento es “que no sabemos nada”. Sólo entonces estaremos abiertos a las radiaciones de las Enseñanzas Universales, y sólo entonces podrá nacer en nosotros la verdadera sabiduría.